De
ruina en ruina
bebemos
en copa hecha de vino
todo
el vidrio que nos queda,
el
cristal de Bohemia
ya
fue bebido por otros.
Nunca
supusimos que el contenido
pasase
a ser el continente,
aunque
fuésemos conscientes
de
lo enrarecido que estaba todo.
El
amor, una esquirla en el cuerpo,
allí
entre el ombligo y las piernas.
El
odio, un imperdible en la garganta
estrechándose
alrededor de la nuez.
La
rabia, la gota de limón en el ojo
jugando
al mar y la ola.
Tan
digerido estaba
que
lo que hablaba de ser, se convirtió
en
aquello de lo que hablaba,
y
así la esquirla fue el amor,
y
el imperdible el odio,
y
la gota de limón la rabia.