La
soledad no es un vestido
o
un traje, un modismo que
calzar
en salas junto con un tercio de cerveza.
La
soledad no es el piso del poeta,
ni
la tipología del maldito, ni el estudio
antropológico
del siglo.
La
soledad es no poder apoyar tu cabeza
en
el hombro de cualquiera,
ni
poder decirle aquí me duele.
Es
saber con precisión sin acentos que nadie
pretende escuchar tu grito,
que
no tienes suelo donde sostenerte,
ni
razones que darle a tu corazón.
Nada
que te acompañe en este ‘sin oasis’
que
día a día se construye más doliente.
Nená de la Torriente