miércoles, 31 de julio de 2013

Abandóname. 
El grillete de mi mente me doblega, 
lleva demasiado tiempo entorpeciéndome. 
Soy esclava de mí,  de un cierre que llevo dentro 
y que no sé como desmantelar. 
Este cuerpo funciona,  y funciona bien. 
Esta mente está sana,             
pero el auriga que tira de ambos es un loco 
pretencioso,  a veces juega,  a veces no, 
a veces me entumece o me lisia, 
por el gozo en el manejo de las riendas. 
Abandóname. 
Déjame ya este cuerpo y esta mente, 
déjame el aire y la autoridad lo que me quede, 
no quiero jugar,  sólo estar y seguir sonriendo, 
no podría pedir más porque me quitaste el hambre 
de todos los despertares. 




Nená de la Torriente
-No voy a retorcer
el fonema-

Con cada contradicción aprendo. 
Cuando mi pulso se agolpa 
sé que no debo,  y aún así regüeldo 
palabras como un parvulario, 
llenas de sonoridad sin sentido. 




No me tomes en serio compañero, 
sólo quiéreme como te quiero 
más allá de todas las letras y de todos 
los poemas,  las hojas de papel arden 
con esta facilidad ¡mira! 
Este pequeño pedazo de mundo es 
imperfecto,  como las cosas realmente 
hermosas, 
porque pueden ser aún más bellas 
y el cambio es lo que las encomia. 
Triangulo con gomas entre el índice y 
el corazón lo que el tiempo no se atreve, 
y veo más allá del propio tiempo 
y sonrío,  créeme. 
Todo vale la pena,  todo, 
aunque el mundo, algún día remoto, 
dejase de ser mundo. 
Vivir es una bendición,  aunque nos duela. 





Nená de la Torriente
-Hipo de un día de éstos-

Veo este baile,  para ti de anormales trazas,  como la verbena más curiosa que he visto,  con sus penas amargas,  sus lágrimas grises,  pero con tonos muy diferentes al lodo.
Tomo de cada minúsculo germen la idea de que puede ser una posible vacuna
donde tú sólo ves podredumbre.
No me asusta la diferencia,  ésta desigualdad nuestra,  ni ninguna desigualdad.
No quiero prados cortados con la misma hoja,  ahí no hay solución
porque eso no es libertad,  son amputaciones torpes.
Sólo creo en la limpieza,  en la honradez,  en la verdad,  esa que dice lo que es,  no lo que parece o lo que conviene, recordando ‘no sé qué cosa’, y no es tan fácil.
No sé hablar con los árboles,  pero hablo con el prado cuando sesteo,
y con los autos mirando las autopistas,  y entiendo que no hay nada perdido;
el ser humano es una caja de sorpresas que pasa mucho tiempo a solas o dormido.



Nená de la Torriente

martes, 30 de julio de 2013



Atesoro la voz más hermosa del mundo, 
que escuché en un pasillo de un edificio 
en un instante cualquiera. 
Atesoro el pelo más brillante del mundo, 
que observé en una romería del norte 
un mes de agosto de un año sin nombre. 
También atesoro las manos más armoniosas, 
con dedos delgados y delicados 
que jamás he visto,  en un concierto 
una noche de febrero en un país 
distinto al mío. 
Atesoro la mirada más seductora 
del mundo, 
en los ojos de una mujer árabe atrapada 
en una tierra que no era la suya. 
Atesoro el verso más limpio que jamás he leído, 
a un poeta anónimo que nunca dejará de ser 
anónimo. 
Y me duele atesorar tanta maravilla 
y no saber cómo describir todo esto, 
con estas torpes yemas y la geometría 
de un inane teclado. 



Nená de la Torriente
Tantos mundos 
como miradas existen. 
La vida en su viejo cascarón 
no obedece órdenes y nos desconcierta. 
Decimos que esto o lo otro la mata y no 
es así,  ella tiene el poder de brotar en 
esquinas descuidadas y en oscuridades 
imposibles. 
Nos burla, nos jalea y aún seguimos enojados
por nimiedades cuando puede arrebatarnos
lo único que importa: permanecer aquí.

Amanece cada día naciendo un poco,
porque desconoces tanto,
desconozco tanto,
nos faltan tantos verbos aún,
me faltan tantos verbos aún
que cada instante puede ser el momento
del mayor hallazgo
para dejar de serlo un segundo después.

La vida es absolutamente asombrosa.





Nená de la Torriente
¿A quién le sirve mi sinceridad? 
¿A caso distinguen la diferencia 
que existe con la franqueza? 
Somos animales de costumbres, 
aburridos,  pero con la pretensión de ser 
de vez en cuando asilvestrados. 



No puedo cambiar las reglas,  ni las duras, 
ni esas pequeñas,  las más ligeras, 
pero puedo vivir en mi desordenado mundo 
sin dar mal a nadie ni permitir que el modo 
en que me juzguen me afecte mucho. 
Porque mi sonrisa es mi secretaria de asuntos 
sociales,  y mi mano el ministro 
de asuntos exteriores, 
y así todo un parlamento de sabedores 
de la única política que entiendo, 
para dar razón de que existo y me preocupan los 
los demás países, 
todas las diferentes e increíbles personas 
que me rodean. 




Nená de la Torriente

domingo, 28 de julio de 2013

-Suspiros-


(Ay) 
Ella dijo: 
`No me tomes el pulso 
que se me altera’. 
Siempre hay miedo y corazón, 
siempre; 
pero no siempre hay cabeza 
para  detenerse a pensarlo todo. 


(Ay) 
Burla,  desprecio del ignorante 
que desoigo. 
Camino despacio por 
encima de su empedrado, 
no vaya a darse cuenta 
que le traspaso. 


(Ay) 
El inválido varón y su pueril serón 
han ido machucando 
demasiados dientes de león, 
y margaritas, 
y amapolas.
¿Qué queda en el prado 
más que yerbatones, 
del dorado color 
de la seca? 



Nená de la Torriente

sábado, 27 de julio de 2013




¡Qué sí!

Sobrevivir a pesar de ellos. 
Te duele,  nos duele, 
pero déjame marear el agua, 
levantar la tierra con 
un 
punta 
tacón, 
tacón punta tacón, 
y mira mi cintura, 
mira mi cadera, 
y mira mi pelo. 
Nos duele, 
te duele, 
me duele, 
pero déjame bailar el aire 
con el taconeo 
de toda esta sangre. 
¡Tú gritaaa! 
Que yo iré danzando 
todos los sonidos 
que vayas lanzando. 
Y mira mi cintura, 
mira mi cadera 
y mira mi pelo. 




Nená de la Torriente

viernes, 26 de julio de 2013


A la luz de las farolas me acuerdo de ella, 
tan acompasada,  tan pequeña… 



Un puño de amor que abrió su herida 
al agua bendita, 
para su cura, 
la cicatriz que sana con una caricia. 





Doradas fíbulas atraviesan su levedad 
aérea, 
y ella tan chica 
es tan feliz que no pregunta, 
que nada sabe, 
que no descifra, 
porque en el cielo dejó de ser nube 
y fue cometa. 




Nená de la Torriente

jueves, 25 de julio de 2013

No te avisa la luz de que tiene familia 
y carga con su hermana la sombra. 
No te contará  el duelo que a su padre 
le llamaron de joven el gozo. 
Toda cruz como cruz se carga en la espalda 
y allí reside, 
lejos del ojo, 
donde no nos habla de sus combates 
ni de sus tinieblas, 
con su largo tejido de pesares. 
Tú sabrás de ellas más allá de la pupila 
y del beso, 
atraparán la otra cruz que el otro lleva
con cables de acero. 
Porque ellas se entienden con un lenguaje íntimo 
que desconocemos 
y entrelazan agonías por consuelo, 
con cada mirada, 
con cada caricia, 
con cada beso. 




Nená de la Torriente

miércoles, 24 de julio de 2013

-ESTO ES LO QUE ARRIMO-


Esto es lo que arrimo, 
cuatro cañas por extremidades 
y una cabeza con días 
de equilibrio y días delirantes. 
Unos ojos que gustan de mirarlo todo 
como si nadie pudiera verlos, 
amparados detrás de una cortina inexistente. 
Una razón de ser insuficiente 
que no pasa a examen,  no lleva apuntes 
porque no quiso asistir a clases de juicios 
ni argumentos sobre eso tan de Hamlet. 
Un corazón arrítmico que a veces se desboca 
y no sé cómo hablarlo, 
y otras fallece súbito con una sola palabra hueca, 
en labios de otro. 




Nená de la Torriente

martes, 23 de julio de 2013



La humana imperfección de los sentidos 
nos lleva a la maravilla. 
Qué mundo nos daría si fuera perfecta, 
qué dolor,  que capacidad de comprensión 
de  cabida,  qué hombres seríamos. 






La humana imperfección del entendimiento 
nos lleva a discernir. 
Qué clase de intelección nos daría si fuera perfecta, 
qué dolor,  qué capacidad de análisis, 
de cabida,  qué hombres seríamos. 
La humana imperfección de las emociones 
nos lleva a los aprecios. 
Qué clase de estima nos daría si fuera perfecta, 
qué dolor,  qué capacidad de amor, 
de cabida,  qué hombres seríamos.
Sabe Dios. 




Nená de la Torriente

lunes, 22 de julio de 2013

El aire sostenido en el alfeizar. 
Arriba en el techo,  una grieta, 
deja caer las letras de tu nombre, 
que con desvelo recojo en un balde. 
Los espejos,  las lámparas, 
las telas,  gravitan sin paredes 
en la quietud de un día que no pasa, 
que se resiste a dar el relevo a otro día. 
¿No era eso lo que tú querías? 
Si se detiene todo,  se demora el beso, 
se retrasa la caricia que no llega 
o se queda dormida, 
tal vez las manos estén sin alcanzarse 
o se fundan en un roce, 
en un baile de exquisita sencillez. 
Pero si abrimos la ventana 
y miramos más allá del aire sostenido 
del alfeizar, 
ese otro aire en oscilaciones audaces, 
tal vez las letras de tu nombre y el mío 
deseen salir a la calle 
a conquistar ese otro mundo tan cautivador. 





Nená de la Torriente
-Feministas,  NO gracias-

La igualdad,  la igualdad... 
¿Acaso somos iguales? 
En esta selva de ramaje intenso, 
que no es más que la vida con su suerte 
de trampas, 
muchas mujeres parecen lianas 
cargando con hombres de a poco peso. 
Alguna sueña con ser escoltada con un 
bizarro del otro sexo,  que en su fortaleza 
le dé escudo y absoluto amparo, 
pero eso termina convirtiéndose 
en un Tarzán con su mona. 
Esto de los sexos no es una guerra 
es una natural -de naturaleza- diferencia, 
que cada cual lleve su remo como sepa 
atendiendo a sus torpezas o habilidades; 
y si dos diferentes quieren unirse que no  
disfracen lo más atávico, 
que así evitarán desde el minuto uno 
lo inevitable, 
sea el deterioro o la unión impecable. 





Nená de la Torriente

domingo, 21 de julio de 2013


Devuélvele a la copa volcada 
su ángulo natural en la mesa, 
e ignora su torpe vertido 
en el mantel de shantung. 





Si de ese nido volaron los que ayer 
piaban ruidosos,  dale aliento
a su lóculo uniendo tus manos 
y retenlo un momento, 
que así revivirán los ciclos su forma 
de ser ya no siendo. 


Date el margen del regreso a la edad 
de la margarita, 
aunque ya no busques una amapola 
en medio de lo más infecundo, 
y sea una gota de sangre 
la que te inste a volver. 
   



Nená de la Torriente
La alamanda dorada cubría su pelo 
aunque en sus sienes lucían 
pequeños jazmines blancos. 
¡No me zarpes más,  no me zarpes!, 
le decía a la belleza de todo lo visible. 
Nada le era desdeñoso o indiferente, 
todo tenía un valor inherente y un esplendor 
casi hipnótico, 
porque los cuerpos -decía ella- 
se arrastran hacia las yemas o en su defecto 
a tocarse del modo que sea, 
una necesidad ineludible, 
como improrrogable es mirarse, 
y existe tanto amor entre nosotros 
que es muy difícil no observarnos 
por dentro,  y más adentro, 
mucho más hondo. 




Nená de la Torriente

Un día cualquiera te recorre 
una invasión de hormigas habladoras 
que te preguntan quién eres tú, 
y a pesar de los días y las noches que te has 
estado hablando, 
no sabes darles ninguna respuesta. 





Sólo te sientes incómoda por el atropello 
de la pregunta, 
y por el asalto de las enanas indiscretas, 
porque estás segura de no ser un hormiguero 
¿o tal vez sí,  y ese volcán que creías 
no extinto, 
es el hogar de las aburridas negras? 
Tu mente no se conmociona 
pero admite con ligera turbación una frase 
que repite por sistema, 
acaso importa, 
acaso importa, 
acaso importa, 
acaso importa… 




Nená de la Torriente

sábado, 20 de julio de 2013

-Soñé-



Soñé que soñando aprendía a vivir. 
Soñé que mi vida no tendría fin. 
Soné que un palacio se abría ante mí, 
tantas cosas soñé, 
tanto tiempo olvidé. 
Olvidé. 
Soñé que mi voz no era voz sino 
canto. 
Soñé que el poema no era esbozo 
ni un pliego arrugado. 
Soñé que la vida me estaba cortejando, 
tantas cosas soñé, 
que tu mundo olvidé. 
Olvidé. 
Desperté,  y 
comprendí que tenía que huir. 
Desperté,  y 
vi la miseria que ves. 
Desperté,  y 
entendí que yo era aquel canto, 
la ilusión del palacio, 
el poema latiendo 
más allá del papel. 




Nená de la Torriente