De
qué me sirve toda esta hermosura
si
no puedo gritarla, de qué
si
no la escribo, de qué si no concibo
un
puente más rápido que el tecleo
de
estos dedos para contaros
las
ciento una maravillas,
que
aun llorando estoy viviendo
a
todas horas.
De
qué me sirve este corazón
si
no para de hablar y le callo,
de
qué mis temores, si no tienen
destinatario.
De
qué me sirve la mirada si la dejo
vagabunda,
y
como si de un animal se tratara
le doy un caramelo para que se pierda.
De
qué me sirve enamorarme de un poema
si
no lo digo,
de
qué aborrecerlo si no lo escupo.
De
qué bailar el llanto si no saco a bailar
a
otro en un acto de humanidad fraterno.
De
qué me sirve sentiros a todos
si
no puedo dejar de hacerlo,
desde
el más incoherente aunque menos falso,
hasta
el más temeroso y menos sincero;
de
qué me sirve, dime,
si
ni siquiera se me está permitido
respiraros.
Nená de la Torriente