No
salimos a su encuentro
como
exploradores de utopías.
Aparece
sutil, como un inocente
beso; nos roza, nos mesmeriza,
nos
vuelve adultos discípulos
y
maestros niños.
Te
alcanza un día en unos ojos,
en
el roce de unos dedos,
en
la vista de un paraje, en un clic
sonoro
o nada audible
que
transforma tu mundo y tus convicciones.
Todo
deja de ser cuadrado o redondo,
pequeño
o grande, medible,
y
se convierte en una suerte de aconteceres
fascinantes.
Nená de la Torriente