Porque
vivimos en el mismo espacio
tan
contiguo,
que
las alas de gorrión caen en
los
platos de sopa.
Porque
lloramos en la misma sábana
de
la cama caliente
que
vamos usando en turnos rigurosos,
nos
odiamos por sabernos tanto y
de
qué manera.
Porque
podríamos acariciar
con
los ojos cubiertos nuestras debilidades,
tan
idénticas unas, tan sorprendes otras,
y
nos encoleriza ser cofres abiertos
a
los ojos del mundo.
¿Por
qué te confiaría ésto?
¿Por
qué sabes tú aquello?
Estamos
demasiado desnudos entre extraños
y
nos sentimos amenazados
la
mayor parte del tiempo.
¡Ah, pero el que escribe, el que pinta,
el que esculpe abandona
su cofre!
Y
en algún lugar de los ojos que le observan
se
viste.
Nená de la Torriente