no se escapa ni el grito,
a penas sientes el peso del cuerpo,
el hambre y la sed desaparecen.
Tantos te quiero furtivos, de escasos gramos,
de si me quisieras yo te querría tanto...
Y tanto, y tanto...
Que el corazón se te achica como una mandarina
que miente,
y te dice que en realidad es una naranja que está
creciendo.
Cierras los ojos y te encuentras detrás de objetos
apilados,
de cristales rotos,
de promesas que tú no hiciste no teniendo ya fuerzas
para tirar de ti,
pero lo que más temes es que venga alguien a
salvarte,
porque suele llegar porque alguien no lo amó,
o porque eso es mejor que su propio infierno,
o porque si tú le quisieras te querría tanto, y tanto,
y tanto...
Es agotador.
Nená
de la Torriente