No, no era así el cuento que me contaron.
En
él había un árbol sabio y un perro
que
salía de una caja de cerillas,
otro
que tenía ojos como molinos de viento, y
un
tercero tan listo que podía atravesar las
paredes.
No, no era así el cuento que me contaron.
En
él había hombres y mujeres buenos,
unos
y otros se sentían orgullosos de entregarse
y
buscaban el modo de ofrecer su ayuda.
No, no era así el cuento que me contaron.
En
él había ríos de aguas túrbidas que lavaba
la
lluvia, y lágrimas que se recogían en botes
porque
éstas si se plantaban jamás volvían,
germinaban
en hierbas altas siempre.
No, no era así el cuento que me contaron.
En
él cada beso era puro estremecimiento,
una
cascada de fuego bajando desde la colina,
una
mordida en la nuca,
el desvanecimiento sostenido
por
un hilo de aire.
No, que va,
no
era así el cuento que me contaron.
Las
brujas y los hombres del saco
salían siempre corriendo,
no
se sentaban en butacones,
ni manejaban el mundo,
no
escribían el final de la historia
con su insidiosa mano,
ni eran ellos los que deletreaban
‘éste será vuestro FIN’.
-Por eso nunca me he creído este cuento-
Nená de la Torriente