Siempre
fue más fácil decir que Sí.
Si, si, si, si, si.
Lo
difícil era oponerse, el No,
la
barrera, levantar el brazo,
girarse, cruzar los codos, plantar cara,
su
violencia era incómoda.
El
caso es que ahora no me resulta
tan
molesta, ni tan áspera, ni tan
jodidamente
agresiva.
No.
Es
liberador pronunciar un No,
y
hasta unos cuantos seguidos,
así, de sobra.
Nená de la Torriente