la
de si, es quizá.
Es
lo que tienen las margaritas
alargando
sus pétalos
hacia
un corazón.
Cuando
no llegan o se extravían
se
olvidan las preguntas,
negar
o afirmar no tiene sentido,
y
el corazón se queda perdido
en
un bar del camino
esperando
la próxima diligencia.
Quien
dice amor muchas veces
termina
perdiendo el punto de sal
de la lengua, hasta el trazo de su dulzura,
porque
estos asuntos no confinan su intimidad
en
las bocas
ni
tampoco en las margaritas.