No
me aprendo de memoria las palabras de
derrota y las de amargura me ayudan muy poco.
Y
no es que no me sepa amarga a ratos la boca, ni que me derriben los atropellos,
pero
pienso que desde ese vestido no voy a poder con ellos, porque en ese baile
dominan
y hay que llevarles a otro.
De
una forma inconsciente visto una sonrisa extraña y un vestidito de niña, algo de
ingenuidad en el alma, y una guerrera por dentro, con todo un cuerpo de artillería
preparado para el asalto y la barricada.
Es posible que esté loca, pero reservo hasta
la más insignificante fuerza para
el adversario –que suele ser siempre un
desafuero-, con una sonrisa gigante.
Nená
de la Torriente