la
voz llega después que los ojos
y
yo es que los cierro a propósito,
por
no ver más allá de las palabras
pero
en algunas ocasiones me equivoco.
Es
fácil atender a lo que escuchas
y
ceñirte sin más aires ni ciclones.
Entender
lo que oyes,
dejando las interpretaciones para
los
otros.
Sí, reconozco en mí que el ojo me vence,
por
eso cierro a voluntad esos dos ventanos,
para
que no vayan siempre por delante
y
se dediquen a dibujar rutas irreales
y
mapas, y tesoros, y lunas, y emociones.
Y
de tanto negar su lenguaje
suelo
llevarme las manos al rostro,
por
si han decidido abandonarme
o siguen ahí arriba no sólo devorando las
imágenes.
Nená de la Torriente