Hay
un mar en Madrid
que
no está ausente, de colores
cambiantes
y de sonidos.
Transcurre
debajo de sus calles
entre
el ruido de las vías,
y
arriba entre los autos a ambos lados,
en
sus jardines o sus aceras.
Cientos
de seres que van
y
que vienen como las olas,
cruzando
sus cuerpos como las aguas,
en
espumas de rizo sin caracolas.
Su
murmullo constante es su bullir de torsos,
su
movimiento, que a ratos se merma, y
a
ratos se aligera, y yo me dejo flotar a veces
o
me agarro a una farola.
¡Cuántas
cosas dice este mar de Madrid!
-me
sorprendo-
Y
me sumerjo como sardina a mirar más cerca
los
corales verdes,
ámbar, y
rojos.
Nená de la Torriente