Escucho
el sonido de la pelota
en
los jardines y me asombro,
porque
veo delfines y no chavales
al
salir del colegio.
Y
los autos en su loca persecución
parecen
golondrinas lejos de sus nidos,
persiguiendo
una carta de amor
que
va allá en el horizonte,
dibujando
una humareda roja.
Las
aceras duras se vuelven de hojas
y
mis pies sonríen a los pies raudos
de
otros caminantes,
porque
la prisa no la obliga una ciudad
soƃıɯɐ.
La
velocidad, sus horarios,
la
forma calmosa de estar es de uno.
¿Qué
no llegaste?
¡Se
acabó tu mundo!
¿En
qué clase de lugar vives?
Siéntate
en un banco y piensa.
Decimos
hago y hacemos,
pero
no podemos reproducir todo el día
lo
que haremos en la mente
¿Dónde
está el juego?
Así
se escapa el paraíso y la vida.
Algo mal estaremos haciendo.
¿Te
vienes a comer uno,
o dos,
o tres días?
Nená de la Torriente