que
no sea golpeándonos.
Tierra
batida, prado, monte bajo, acera dura,
donde
el pie camine o se apoye el espinazo,
ya
nos herimos por dentro, nos despreciamos,
nos
hablamos a gritos, para templar los modos
cuando
nos hemos sangrado.
No
llevemos nuestras guerras más allá de estos
cuerpos
fustigados,
lavémonos
antes de que todo nos dinamite.
Quiérete
mucho,
mucho,
mucho,
y
guarda un sitio para querer al de al lado.
Después
los tiempos se quedan dormidos,
los
ríos se hielan,
las
llamas se mueven como imágenes
repetidas
y la hierba crece.
Nosotros somos mochilas que se llenan
o
se vacían y se van estropeando,
como
todas las telas que en su día fueron nuevas.
Nená de la Torriente