donde
poder alargar mis brazos en cruz
y
dejar que las palabras más mías,
escapasen
como latigazos eléctricos
desde las puntas de mis dedos;
despojarme
del anárquico desorden
que
ocupa el recóndito hogar de mi
pandemónium.
Si
al hacerlo, rozaba la punta de otros dedos
y
uníamos escalofrios, no estaríamos
tan
solos, y una pequeña tormenta
nos
cubriría;
porque
porto agua,
soy
de agua,
como
tantos animales del planeta.
El
amor es humedad en nuestro mundo.
Nená de la Torriente