miércoles, 11 de septiembre de 2013

No lo sabes, 
pero el poema vino de la llanura 
más hermosa,  de la uva más redonda, 
de los labios con forma de beso, 
de la lágrima en el vértice del ojo, 
de la mano lánguida que dejaba caer una carta, 
de la nube oronda que estaba pariendo lluvia, 
de ese tallo retorcido que se alargaba buscando 
la luz. 
No lo sabes,  pero el poema no salía de tus dedos, 
ni de tu experiencia con la vida, 
ni de aquella mujer hermosa que querías llevarte 
a la cama, 
ni de tanta taberna con olor a vinacho y a tabaco de  
miércoles. 
No lo sabes,  pero el poema estaba jugando a llenar 
tus vacíos,  a colocar tus latidos en estantes, 
a peinarte la raya,  a lavarte las manos y a ensuciarlas
con lodo. 
Te enseñó el significado de tus cosas más íntimas 
y te dijo que las desaprendieras. 
Después y sin los ‘poco a poco’ te llamó cretino 
y le desoíste airado,  porque siempre pensaste: 
‘El poema soy yo.’






Nená de la Torriente