ni
una palabra te desespera,
porque
la voz tiene otra segunda voz
esperando
ser escuchada.
Más
cálida, más resuelta,
como
ese abrazo que todo lo recompone.
Llega
un momento que
nada
te vuelve loca,
porque
has muerto demasiadas veces, y
entiendes
que si te quedas –a seguir viviendo-
has
de lavarte la cara profusamente,
dejándote
de dislates y tontuneces
que
recreen un eclipse avistado
cientos
de veces.
Vivir
es abrir la boca y atiborrarse de maravillas
y
no necesariamente perfectas,
porque
tenemos el ojo mal educado.
-Como cuando te sale un hijo, amigo, primo, o tío estúpido-
Nená de la Torriente