lunes, 23 de septiembre de 2013

Llega un punto en que 
ni una palabra te desespera, 
porque la voz tiene otra segunda voz 
esperando ser escuchada. 






Más cálida,  más resuelta, 
como ese abrazo que todo lo recompone. 
Llega un momento que 
nada te vuelve loca, 
porque has muerto demasiadas veces,  y 
entiendes que si te quedas –a seguir viviendo- 
has de lavarte la cara profusamente, 
dejándote de dislates y tontuneces 
que recreen un eclipse avistado 
cientos de veces. 
Vivir es abrir la boca y atiborrarse de maravillas 
y no necesariamente perfectas, 
porque tenemos el ojo mal educado. 
   
-Como cuando te sale un hijo,  amigo,  primo,  o tío estúpido-




Nená de la Torriente