miércoles, 25 de septiembre de 2013


Tanto les duele,  duele tanto,  tanto, 
que doler es más un tanto que un ¡ay! 
dicho en alto. 
Y se me arruga el corazón y mi pecho 
decrece,  sin doblárseme  la columna. 





Porque cuando algo brilla tanto o es sencillamente 
incomprensible por generoso, 
les duele con un dolor tan desesperadamente absurdo, 
que no saben cómo llega,  ni cómo librarse de él. 
Y les veo agotarse en cada pupitre de escuela, 
cuando algún jorquín norteño despliega magia 
con los dedos, 
o una pequeña y delgada artista les intimida,  de esas 
que bailan,  cantan,  tararean,  escriben y además son trocitos 
de cielo, 
que se les escara la piel y hacen cercos,  porque les duele tanto, 
tanto les duele,  que la incomprensión del dolor les supera. 





Nená de la Torriente