-LOCURAS-
¡Pues
no me habla la luna
a
las doce y cuarto, en un Madrid soleado
de
esquina a esquina perfumado en siglos
de
pisadas errantes!
Yo
no traduzco lenguas le digo, ando dormida
a
todas horas, como un poste que coloca el alcalde
para
que nadie aparque.
Es
inútil, parlotea, y en su frenesí romántico
me
dice que si ella, que si él, que si esperan,
e
irremediablemente me hace llorar y ni siquiera
sé
porqué estoy llorando.
Yo
sólo sé de la tibieza de un sol a media hoja
de
un árbol.
Por
favor, sólo quiero estar así un rato.
Nená de la Torriente