Ruinosamente
me alcanzas la sombra,
la
das una copa, la coqueteas en vano,
la
vendes a un dios de segunda
en
aras a un toqueteo.
Ella
te burla, te saca la lengua, se bebe
tu
vino, te baila una cumbia
como
si fuera una sardana.
Cuando
te creces, sonríe,
cuando
te ves inocente te atrapa.
Nunca
estás en tu sitio, y ni lo intentes,
porque
siempre, siempre,
ruinosamente
la alcanzas.
Nená de la Torriente