Te desvistes de la piel
de todo lo anciano,
de aquellas cosas que vendiste
tan caro y que valían tan poco.
Sueltas de los labios el rictus
y devuelves a la boca su sonrisa
más inocente.
Te descuelgas del lazo de los debes
de antes del Diluvio , y conservas
la certeza de la primera sensación
de gozo:
La caricia del viento en la cara, y
el beso del sol en los labios
al abrir la ventana
esta hermosa madrugada.
Nená de la Torriente