Zapatitos
de mayo
sobre
páginas blancas de junio.
Duendes
indolentes de las fuentes,
de
las flores dormidas,
del
rocío sostenido que aún no
se
ha posado.
Ya
estáis en todas las cosas,
acurrucados
en cada saliente
entre
los límites de las piedras.
Llegáis
para adormilaros bajo
las
cejas, encima de los hombros
chicos,
sobre
alguna lengua;
y
dictar muy bajito cuando la luna
asoma, en el interior de los oídos,
mil
poemas incomprensibles
que
alteran el corazón.
Nená de la Torriente