lunes, 20 de mayo de 2013


Ese ventanal roto y 
siempre las mismas notas. 
El olor a canela húmeda 
trepando por las paredes. 


No 
puedo 
pensar, 
conozco el desfallecimiento 
y la conmoción de la muerte, 
tanto porque llega como porque no. 


En primavera,  con las primeras 
lluvias,  el poleo y la albahaca 
se enredan en el cristal roto. 
Gime la canela la ausencia 
de soledad,  y 
aún puede olerse la lluvia a tierra 
y la tierra a lluvia, 
y la vida juega a burlar 
la gravedad de los instantes. 
Te entrega pequeñas cucharas 
de cadencia acorde, 
alcanzando la calma y 
un bello maridaje con el mundo, 
y dejas de pensar en abandonarlo todo. 



Nená de la Torriente