Ese
ventanal roto y
siempre
las mismas notas.
El
olor a canela húmeda
trepando
por las paredes.
No
puedo
pensar,
conozco
el desfallecimiento
y
la conmoción de la muerte,
tanto
porque llega como porque no.
En
primavera, con las primeras
lluvias, el poleo y la albahaca
se
enredan en el cristal roto.
Gime
la canela la ausencia
de
soledad, y
aún
puede olerse la lluvia a tierra
y
la tierra a lluvia,
y
la vida juega a burlar
la
gravedad de los instantes.
Te
entrega pequeñas cucharas
de
cadencia acorde,
alcanzando
la calma y
un
bello maridaje con el mundo,
y dejas de pensar en abandonarlo todo.
Nená de la Torriente