Y
dijo:
Yo
no quiero un refugio
quiero
convertirme en el tuyo,
hasta
que tiritó de frío.
Las
manos cuando extienden
sus
dedos delicadamente
parecen
alas de águila errante,
pero
son manos.
La
cintura se cimbrea, se alabea,
se
ondea con infinito conocimiento,
pareciendo
la culebra más atenta a su flauta,
pero
es una cintura.
La
boca con todas sus ventajas
no
sólo atrapa y devora sino que
convence
y da razones con palabras,
pero
es sólo una boca.
Este
barro que creemos cerámica
es
sólo barro,
porque
para cocerlo hacen falta dos,
o
se deshace entre las manos.
Nená de la Torriente