No
sé que tienen los troncos
partidos,
que
hasta en ellos nacen flores,
qué
belleza sacra
les
escolta.
Amalgamado
a la tierra
como
un iceberg decúbito,
se
aferra como una tenaza
a
lo que es suyo, a la roca
y
a la tierra que le amamanta.
Te
llama, te detienes, pasas
el
dedo por sus anillos
y
acaricias su desconchada corteza.
Es
como mirar la vida por dentro,
la
maravilla,
el
paso de las décadas.
Nená de la Torriente