Cuando
escribes
sobre
azucenas azules
y
corceles violetas
no
me conmueves,
porque
sólo veo al niño
metido en el río de deshechos
con
sus manitas arrugadas.
Cuando
llenas de palabras
el
verso con librar una guerra,
y
luchar por el inocente,
no
me conmueves,
porque
no se me va de la cabeza
el niño metido en el río de desechos
con
sus arrugaditas manos.
No
sé hasta dónde alcanza el verbo,
no
sé el poder de qué palabra,
pero
puedo sentir el frío
y
el olor de ese agua.
Ya
sé que llorar no le saca
ni
escribir versos,
pero
de todo esto, un instinto,
una
naturaleza que deplore y advierta,
un
cuenco de amor por cada verso
para
humanizarlo todo,
o
tal como lo veo,
para
sacar al hombre
de
este patio
y
que nazca otra clase de hombre.
Nená de la Torriente