viernes, 10 de mayo de 2013




Cuando escribes 
sobre azucenas azules 
y corceles violetas 
no me conmueves, 
porque sólo veo al niño 
metido en el río de deshechos 
con sus manitas arrugadas. 
Cuando llenas de palabras 
el verso con librar una guerra, 
y luchar por el inocente, 
no me conmueves, 
porque no se me va de la cabeza 
el niño metido en el río de desechos 
con sus arrugaditas manos. 
No sé hasta dónde alcanza el verbo, 
no sé el poder de qué palabra, 
pero puedo sentir el frío 
y el olor de ese agua. 
Ya sé que llorar no le saca 
ni escribir versos, 
pero de todo esto,  un instinto, 
una naturaleza que deplore y advierta, 
un cuenco de amor por cada verso 
para humanizarlo todo, 
o tal como lo veo, 
para sacar al hombre 
de este patio 
y que nazca otra clase de hombre. 



Nená de la Torriente