martes, 7 de mayo de 2013


Me miro en la fragilidad 
de la hierba, 
que permanece prensada 
tras la pisada del hombre, 
lejos de aquel movimiento 
grácil que acariciaba el cielo 
limítrofe con íntimo aliento. 



Me veo en la fiereza 
de la tormenta,  en el trueno 
que golpea los sonidos 
del mundo y hace trepidar 
a la cuna y al sepulcro. 





Estoy en todas las arrugas 
y en todos los besos, 
en cada caída,
en cada tropiezo, 
en todo ser vivo que me limita
y me desborda.




Nená de la Torriente