Las
olas llevan nombres 
de
mujer,  como los remos 
reclamos
de hombre, 
y
unas y otros suelen luchar 
con
cambiados sentidos, 
imponiendo
su naturaleza, 
su
independencia, 
su
poderío. 
A
veces el mar para a sus olas 
y
el remo navega complacido, 
sereno,  estable 
y
la lid es concordia. 
Otras,  el remo cede a la bravura 
del
oleaje y se deja llevar dormido 
acunado
por su fiereza. 
Pero
cuando la mar es brava 
cada
uno pugna por su dominio 
y
ambos hienden su sin piedad 
como
quien trincha con aguzados 
colmillos. 
Nená de la Torriente
