jueves, 2 de mayo de 2013




Hay días tan silenciosos 
que asustan, 
la voz de uno desde dentro 
y para dentro es como un 
martillo. 






No quieres hablarte porque todo 
está como dormido y tu propio 
eco retumbaría tanto, 
que movería hasta la más diminuta vena. 
Hay días desaparecidos, 
tan alejados que están sin parecer 
vivos, 
guindolas sin supervivientes 
de un ayer que sonaba a bullicio, 
casi a rancio, 
a charlas de granujas en las tabernas, 
a risas remotas de tristes rameras, 
a canciones silbadas por los barrenderos 
con el pitillo en la boca. 
Hay días quietos,  sin aliento,  robados 
o sin memoria, 
donde a uno le achara hacer un chasquido. 




Nená de la Torriente