Hay
días tan silenciosos
que
asustan,
la
voz de uno desde dentro
y
para dentro es como un
martillo.
No
quieres hablarte porque todo
está
como dormido y tu propio
eco
retumbaría tanto,
que
movería hasta la más diminuta vena.
Hay
días desaparecidos,
tan
alejados que están sin parecer
vivos,
guindolas
sin supervivientes
de
un ayer que sonaba a bullicio,
casi
a rancio,
a
charlas de granujas en las tabernas,
a
risas remotas de tristes rameras,
a
canciones silbadas por los barrenderos
con
el pitillo en la boca.
Hay
días quietos, sin aliento, robados
o
sin memoria,
donde
a uno le achara hacer un chasquido.
Nená de la Torriente