Tú
sabes cómo me visto 
y
me desvisto, 
porque
me has tomado 
el
pulso. 
Has
querido entender, conocer, 
y
era muy sencillo,  sólo había 
que
escuchar las palabras 
con
el tono más bajo, 
no
hacía falta estar presente. 
Envidio
al que sabe leer, 
al
que escucha atento. 
Al
que extiende la mano y sólo mira 
como
se posa la hoja y la observa 
con
recato,  pero sin perderse un solo nervio. 
Sólo
se precipita el que lleva en la palma 
una
valoración anticipada, 
porque
es incapaz de vaciarse 
antes
de mirar a otro. 
Nená
de la Torriente
