viernes, 3 de mayo de 2013


No hay anónimos, 
sólo próximos y lejanos, 
esa es mi verdad, 
como tampoco hay sólo 
hombres buenos, también 
los hay malos, 
porque sí,  porque se volvieron 
así o nacieron con el instinto doblado. 
Tú dirás que existen los anónimos 
porque no conoces quienes son 
¿y acaso me conoces bien a mí? 
¿Qué hace falta conocer,  la razón social, 
las ideas políticas,  las no ideas, 
alguna emoción,  una cicatriz? 
Después me dirás que el hombre 
es bueno por naturaleza y que sigues 
el sabio legado de Rousseau 
-bueno,  Jean-Jacques,  perdón-, 
y yo te comprendo. 
Pero la maldad no siempre se justifica 
con la circunstancia 
o con esa vida opresiva e injusta, 
ni con la enfermedad, 
hay auténticos seres viles que lo son 
sin más. 




Nená de la Torriente