No
hay anónimos,
sólo
próximos y lejanos,
esa
es mi verdad,
como
tampoco hay sólo
hombres
buenos, también
los
hay malos,
porque
sí, porque se volvieron
así
o nacieron con el instinto doblado.
Tú
dirás que existen los anónimos
porque
no conoces quienes son
¿y
acaso me conoces bien a mí?
¿Qué
hace falta conocer, la razón social,
las
ideas políticas, las no ideas,
alguna
emoción, una cicatriz?
Después
me dirás que el hombre
es
bueno por naturaleza y que sigues
el
sabio legado de Rousseau
-bueno, Jean-Jacques, perdón-,
y
yo te comprendo.
Pero
la maldad no siempre se justifica
con
la circunstancia
o
con esa vida opresiva e injusta,
ni
con la enfermedad,
hay
auténticos seres viles que lo son
sin
más.
Nená de la Torriente