-Reflexiones
de la anciana oriental-
En
la luna no hay miel
y
casarse es una tómbola
de
disposiciones peligrosas.
Con
sonrisa cándida y
a
pecho descubierto,
sin
atrincherarse,
se ignora que la lluvia no siempre
son
gotitas,
y
que hay días que no hay sol.
Matrimoniarse
es una suerte de sorteo
con
más de la mitad de las papeletas
apañadas
con tinta invisible,
todas
ellas con números impares.
Espurio
tinglado de operaciones
y
pactos, suaves en el umbral,
porque
los arranques son suaves
-ya se sabe-
para
dar paso a los tediosos monosílabos
y
de ahí a la intimidad más ininteligible.
Pero
si cada uno hubiera resistido
en
su entrañable casa,
con
pequeños intervalos de presencia mutua,
todas
estas cosas
tardarían
mucho más en aparecer,
o
no,
quién
lo sabe.
Nená de la Torriente