No
sé de ese lugar que me dices,
de
la tela sutil que cubre tu pecho,
de
todas esas cosas maravillosas
que
a mis ojos son desconocidas,
de
un rojo intenso.
No
sé si se llega en barco, a pie,
o
haciendo uso del sueño.
No
sé siquiera si existe toda esa
locura
hecha verso,
pero
por media pisada de ese terreno
qué
no daría,
si
abro los ojos y acampa la estafa
y
la tómbola de líderes
y
carne con forma de marioneta.
Conozco
otro lugar de verde impetuoso
pero
no es ensueño como el tuyo.
Es
hierba crecida y monte alto
donde
el hombre, de cabaña a cabaña,
aún
se llama con aullidos.
Se
siente la tierra y te intimida
por
su inmensa grandeza y lo que
ignoramos.
Allí
esta rifa de partidos y el hundimiento
del
“Titanic” son cosas de otro mundo,
y
los versos no se hacen,
nacen con cada gota de rocío sobre el prado.
Nená de la Torriente