Me
gusta mirarte.
Puedo
tocar la ilusión
que
se despliega de tus ojos
detrás
de las gafas.
Alcanzar
esa luz insurrecta
que
parpadea y cambia,
y
va y viene
como
un objeto no identificado.
Enlazo
tu pulso al mío
y
es como estar en un tiovivo
con
enormes ondulaciones,
sacado
de un sueño de Freud
sobre
las caderas de una mujer
desnuda.
Me
gusta mirarte.
Alteras
mi respiración porque
la
tuya está en constante mudanza.
Cada
objeto que está en este mundo
lo
observas como si fuera nuevo.
Amaneces
niño cada día,
comprometido
con cada rayo de sol
que
llega o se inclina haciendo ángulos,
y
corres hacia todo como si cada cosa
fuera
una cometa en eterna estampida.
Nená de la Torriente