No
cuentan las palabras vacías
apelmazadas, atropelladas, que
retozonas
se cuelan en los ojos
para
atropellarnos el juicio.
No
cuentan las caricias cóncavas
con
más aire que roce, que llegan
para
irse y su lagrimear nunca es
lluvia.
No
cuentan los besos sin boca,
donde
el labio no se toca, ni se toca
la
epidermis, ni alcanza la lengua
el
diálogo bienaventurado que estremece
la
columna.
No
cuentan los pensamientos de derrota
y
de distancia imposible,
ni
esa objetividad clarividente que lo
desbarata
todo, las palabras absurdo,
irrealizable, utópico, improbable,
increíble
y difícil.
Nená de la Torriente