Que
estén tranquilos los que se asuntan, 
los
que miden las sílabas,  el canto 
milimétrico
de las palabras, el silbido 
justo
de sus inclinaciones. 
Que
estén tranquilos los medrosos, 
los
que temen la reacción nuclear 
de
sus timoratas mitades, 
los
que huyen de la mirada del ser humano 
por
pensarla con pretensiones. 
¡Tirad
los papeles y desnudad las letras, 
que
entre la luz real en cada pliego! 
El
olor a humedad de los cajones 
unge
sin bendecir cada poema 
y
lo repliega a lo más oscuro del ojo. 
Dad
a luz a hijos que se irán a recorrer 
despeñaderos,  valles o macizos, 
no
a engendros amedrentados 
siempre
al dictado de fuerzas menores. 
Nená de la Torriente
