Colecciono
sombras,
sombras
habladoras,
pequeñas
pecas que se
mueven
a su antojo,
me
quieren y me abandonan.
Me
gustan las sombras,
imaginar
su cabida, su barro,
la
extensión hacia mí con los brazos,
la
medida sobre mi cuerpo
y
el ¡plof! sonoro al fugarse.
Al
anochecer quisiera ser esa
sombra
tumbada debajo de su
propia negrura,
e
ignorar la luz de todas
las
farolas.
Nená
de la Torriente