Tu
palabra en mi boca
no
es un anuncio,
es
un nacimiento,
como
el brote
en
la rama que clarea.
¿Cuántas
vidas debemos vivir
hasta
encontrarnos?
Lo
tengo difícil,
no
creo en las reencarnaciones,
aunque
sí que cada espacio
claro
de tiempo es una vida,
que
se enreda y fallece, y
renace
irremediablemente en otra.
Pero
así no nos queda mucho
tiempo.
Mi
ojo sobre tu ojo quieto
no
te manda señales,
te
está queriendo, tan sencillo
como
el gusano blanco en la avellana,
feliz, celebrando su banquete.
Nada
puede alejar mi norte de tus
manos, de tu voz, y de ese mundo
casi
mío, increíble, adoptado,
al
que amo tanto.
Nená de la Torriente