sábado, 18 de agosto de 2012



Sabemos lo justo 
para ahogarnos en el vaso 
y creer que estamos bebiendo; 





se apaga la luz y obedientes 
dormimos,  o jugamos a  entornar 
los ojos. 
Dejé de creer en los duendes 
y en las hadas 
una tarde de otoño,  pero aún 
no entiendo por qué,  si creo 
en cosas aún más extrañas. 
A veces pienso
-o algo que se le asemeja un poco-, 
que no he dejado de hacer 
cosas que no comprendo del todo 
y eso es un absurdo derroche. 
Tendría que quitarme los zapatos
y estos pantalones ingratos, 
trepar un buen trecho y comerme 
un montón de avellanas 
cualquier mañana de estas,
eso sí que me apetece.



Nená de la Torriente

5 comentarios:

  1. Al menos te las comerías maduras, ¿no? ¿O te gustan en leche?

    B.

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  2. También me gustan las de leche, pero por eso tendría que trepar, las más maduras están más arriba. Ya las tengo echado el ojo.

    Není

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  3. ¡Ah! Las riquísimas que pintaban el suelo ya me las he comido.

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  4. Jejeje... ¡qué envidia, qué buenas!!!!!!!!!!!: las avellanas son mis frutos preferidos.
    Decirte que yo creo en la libélulas: siempre me anuncian algo que necesito saber. Son mis mensajeras.
    Pd: me encantó la primera estrofa, tan llena de sabiuría.

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  5. ¿Recuerdas aquella canción que decía?: ¡Ay Chana Chana, cómo te gustan las avellanas... Pá ti las pochas, pá mi las sanas, pá mí las sanas...! -creo que era algo así- Mi padre me llamaba a veces Chana, supongo que por la rapidez en comérmelas y me cantaba esa canción cuando era una 'minúscula'.
    Abrazotes,

    Nená

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