miércoles, 29 de agosto de 2012


Un dedo detrás de otro 
subiendo la corteza trenzada
del viejo roble. 
La frente duerme sobre ella, 
descansa,  escucha el latir 
de sus anillos,  que como 
voces lentas calman mi rabia, 
mi descubrimiento. 




Eres como eres,  mudable, 
cobarde,  como nunca negaste 
que fueras, 
en el fondo un ser adorable 
pero insuficiente para mí. 
¿Qué pensaste? 
Nada 
¡Responde! 
Nada 
Pero tu cabeza no se separa 
del roble asumiendo 
que él se quedará con lo que ahora 
te escuece.
Un dedo detrás de otro 
subiendo la corteza trenzada, 
susurrando entre dientes: 
Tonta, tonta, tonta.

-Cuántas veces no habrá escuchado esto
el viejo roble-



Nená de la Torriente

2 comentarios:

  1. acudió el estilete
    en esa edad que tú ya sabes
    de grabar iniciales
    con heridas o rasguños
    o de otra cosa
    qué sabe nadie la vida de nadie
    si errare humanum est
    y el bosque centenario
    sin señor ni jerarquía
    ofreció una rama
    en mano entrelazada
    acompañó en silencio
    de bosque melancólico
    incitando en secreto
    al otoño al castaño
    entremezclar sus hojas doradas
    con el verde del olivo
    las encinas los madroños
    pusiera ser
    que la aflicción no era tanto

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  2. Nunca es tanto, Rafael, pero siempre lo aprendes después. Al final por olvidar, olvidas hasta cómo dolían esas penas. No somos nadie.
    Abrazote,

    Nená

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