Un
dedo detrás de otro
subiendo
la corteza trenzada
del
viejo roble.
La
frente duerme sobre ella,
descansa, escucha el latir
de
sus anillos, que como
voces
lentas calman mi rabia,
mi
descubrimiento.
Eres
como eres, mudable,
cobarde, como nunca negaste
que
fueras,
en
el fondo un ser adorable
pero
insuficiente para mí.
¿Qué
pensaste?
Nada
¡Responde!
Nada
Pero
tu cabeza no se separa
del
roble asumiendo
que
él se quedará con lo que ahora
te
escuece.
Un
dedo detrás de otro
subiendo
la corteza trenzada,
susurrando
entre dientes:
Tonta,
tonta, tonta.
-Cuántas veces no habrá escuchado esto
el viejo roble-
Nená de la Torriente
acudió el estilete
ResponderEliminaren esa edad que tú ya sabes
de grabar iniciales
con heridas o rasguños
o de otra cosa
qué sabe nadie la vida de nadie
si errare humanum est
y el bosque centenario
sin señor ni jerarquía
ofreció una rama
en mano entrelazada
acompañó en silencio
de bosque melancólico
incitando en secreto
al otoño al castaño
entremezclar sus hojas doradas
con el verde del olivo
las encinas los madroños
pusiera ser
que la aflicción no era tanto
Nunca es tanto, Rafael, pero siempre lo aprendes después. Al final por olvidar, olvidas hasta cómo dolían esas penas. No somos nadie.
ResponderEliminarAbrazote,
Nená