Decir
adiós no es una palabra maldita.
Creo
que la inteligencia de la mujer
encona
al hombre menos inteligente,
siente
una amenaza que día a día
le
va engullendo,
en
cambio al que sobradamente la distingue
tampoco
le agrada tenerla
íntimamente 'cerca',
íntimamente 'cerca',
-pongamos
la primera eternidad de la vida-
pero
siempre la respeta.
No
es que sea la vida complicada en sí misma,
ni
un amasijo -que lo es, si piensas
en
un enredo de vías inconclusas-,
tampoco
es un cruce de caminos inevitables.
Somos
gilinardos elevados
al
octavo paraíso,
haciendo
méritos para subir al noveno,
y
decimos cosas a los demás que no sentimos
sólo
para que en su vanidad
se sientan satisfechos.
se sientan satisfechos.
Lo
dicho, a mí, que me olviden
-pero
mucho, mucho-
Sólo
corazón, ni celos,
ni
rivalidades, y si dejo de escribir
como
una tralla, respiro
y
reflexiono un poco,
entonces considero fríamente
que ni
eso.
Nená
de la Torriente
Maldita no, pero sí difícil de pronunciar...
ResponderEliminarMe encanta éso de "somos gilinardos elevados/ al octavo paraíso,/ haciéndo méritos para subir al noveno"
Jaja, es que somos muchos las florucas gilis. Lo de decir adiós no es tan complicado. Si no te salen las palabras, siempre puedes sacar la mano y agitarla como quien se despide de alguien que se aleja en un tren, o el modelo pañuelito, más grácil y femenino. Pero si la despedida ya no es tan amable, siempre tendrás el rotundo corte de manga, al que le sobran explicaciones, eso sí, con una enorme sonrisa en los labios, y una elegante postura de espalda para compensar la ordinariez del gesto.
ResponderEliminarBesos,
Nená