Busco
al que vende boletos,
participaciones
de
esa inocencia espontánea,
que
aún no sabe,
que
no se apresura
en
una sola palabra, ni
en
una insignia punzante.
Una
esponja que absorbe
todo
el agua del Atlántico
como
lo más natural del mundo.
Que
abre el libro por la última página
y
aún así desea tanto leerlo,
robando el aliento al aliento.
Busco al expendedor de tales corolarios
que
yo perdí hace años
en mi viejo bolso rojo.
Nená de la Torriente
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