No
sangra mi labio
por
la gota de angostura
que le dejaste,
su
amargor no le hiere
ni
le atormenta su abandono
a
contratiempo.
Esas
cosas no matan.
Escoltas
tu sombra a todas
horas;
las
lágrimas para otras cosas
no
para amores
que
como llegan se sublimizan,
volátiles
como pavesas
de
lo que anduvo en llama.
Déjate
llevar por la maravilla
de
lo que arde cuando arde,
de
lo que amarga porque amarga,
todo
en su misterio
y
su pregunta.
Nená de la Torriente
Hoy me viene de perlas este poema, gracias. La pregunta es: ¿también lees el pensamiento?
ResponderEliminarJaja, me alegra que te arrimen estas letrucas algo de bien. Los corazones siempre arriba ¡Es una orden!
ResponderEliminarUn abrazote,
Nená