jueves, 16 de agosto de 2012



Lavo mi sonrisa cada mañana  
y huele a naranjos y a estos eucaliptos, 
también a olores de un Madrid 
siempre presente, 
mi cuna,  mi cuaderno.   




La lavo en aguas limpias, 
no de pecado, de sales y quejidos, 
ni de humanidad; 
sí de sueños pasados e imposibles 
posibles,  por absurdos consiguientes. 
¡Qué locuras sé nos ocurren, 
cuando la sangre es más acuosa 
que el líquido que llena el corazón! 



Nená de la Torriente

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