sábado, 4 de agosto de 2012




Demasiadas palabras 
para decir nada, 
y una y otra vez perder la lengua. 
Hace un siglo dijeron que si o no 
en función de las tradiciones, 
como una falda larga o corta 
era cuestión de costumbres. 
Dame palabras que arañen, 
que atraviesen mi piel como lachas, 
que hibernen en un rincón de mi pecho
hasta la primavera siguiente, 
y que ericen mis brazos como la primera vez. 
Dame palabras que enamoren, 
que me roben los besos sin mover 
los labios, 
que levanten mis pestañas con la 
sorpresa de los quince años, 
y muevan esta melena 
con la fiereza de los veinte. 
Ofréceme palabras que me sacudan 
por dentro, 
que revuelvan lo que tal vez hubo 
y un día perdí o quizá haya olvidado, 
que reinvente la ira,  la raza,  la furia. 
Dame ese tósigo que sólo la palabra 
bien vertida sabe arrimar. 



Nená de la Torriente

2 comentarios:

  1. Esas palabras que pides, que buscas, que ruegas, son pura vida: sí. Ojalá te las regale así, como las quieres tú.
    Bss

    ResponderEliminar
  2. En cualquier caso el regalo vendría de un sujeto impersonal. ¿Te imaginas pidiendo algo así? Bueno, recuerdo a un cariño que tenía que escribirle en las servilletas de los bares, no me importaría que me susurrases o me gritases que me quieres.
    Pero es que el mozo era para nota, más callado que la misma mudez. Pero no, no pediría nunca algo así de forma personal, si como pensamiento en alto.
    Por cierto, ¿te han dicho alguna vez, que eres un encanto, señorita tú? Pues lo eres, muases,

    Nená

    ResponderEliminar

Háblame