Demasiadas
palabras
para
decir nada,
y
una y otra vez perder la lengua.
Hace
un siglo dijeron que si o no
en función de las tradiciones,
como
una falda larga o corta
era cuestión de costumbres.
Dame
palabras que arañen,
que
atraviesen mi piel como lachas,
que
hibernen en un rincón de mi pecho
hasta
la primavera siguiente,
y que ericen mis brazos como la primera vez.
Dame
palabras que enamoren,
que
me roben los besos sin mover
los
labios,
que
levanten mis pestañas con la
sorpresa
de los quince años,
y
muevan esta melena
con
la fiereza de los veinte.
Ofréceme
palabras que me sacudan
por
dentro,
que
revuelvan lo que tal vez hubo
y
un día perdí o quizá haya olvidado,
que
reinvente la ira, la raza, la furia.
Dame
ese tósigo que sólo la palabra
bien
vertida sabe arrimar.
Nená de la Torriente
Esas palabras que pides, que buscas, que ruegas, son pura vida: sí. Ojalá te las regale así, como las quieres tú.
ResponderEliminarBss
En cualquier caso el regalo vendría de un sujeto impersonal. ¿Te imaginas pidiendo algo así? Bueno, recuerdo a un cariño que tenía que escribirle en las servilletas de los bares, no me importaría que me susurrases o me gritases que me quieres.
ResponderEliminarPero es que el mozo era para nota, más callado que la misma mudez. Pero no, no pediría nunca algo así de forma personal, si como pensamiento en alto.
Por cierto, ¿te han dicho alguna vez, que eres un encanto, señorita tú? Pues lo eres, muases,
Nená