Estás
en mi fábula,
como
está la ardilla inquieta
de
la antigua Península,
saltando
de copa en copa.
Yo
soy un arbusto bajo de hoja
perenne, que mira todo
sin
incordiar demasiado
-estoy
siempre en medio
como
un fisgón soportable-
El
águila planea los cielos
con
una perspectiva oblicua.
Tú
duermes en la cueva
porque
eres un oso perezoso,
es
invierno para ti,
eres el anfitrión del sueño.
Papá
y mamá son el viento
y
la nube, a veces ciñendo
mariposas,
a
veces formando nubarrones.
Una
a una cose las perlas de lluvia
la
margarita, esperando
poder
no esperar nunca;
y
la rueda de la brisa forma
pétalos
perdidos para el cuello
de
la comadreja.
Cuando
se hace el silencio
algo
se anuncia, pero sólo
la
encina conoce su idioma.
Yo
quería saber porqué callabas
tanto, qué decía tu afonía,
y
por fin comprendí.
Nená de la Torriente
me encanta tu fábula
ResponderEliminarque una briznita caduca
puede ser afortunada
nadando en tu sueño
Gracias Rafael.
ResponderEliminarAbrazote,
Nená