tan cortesmente
cubres
con tu brazo mi hombro
y
me cobijas.
Que
sin pedirte me das a espuertas,
como
un huerto en plena
cosecha, y
abres
tu casa versada y me sientas
a
tu mesa.
Acercas
tu sonrisa a
mi
labio
como
si quisieras cedérmela,
tan
tiernamente,
que
hasta el vino de mi copa
hace
un quiebro
para
mirar tus enormes ojos
bajo esas pobladas cejas.
Mi amigo.
Nená de la Torriente
elevas al afortunado
ResponderEliminaren quien ves conjugando
la belleza varonil la defensa en el desierto
conductas de otro tiempo
de siempre
yo la llamo apoyo mutuo
aciertos de compartir leves muecas
despertar la ternura de la gente
que honor
tu amigo debe sentirse dichoso
No más que yo, Rafael. Gracias por esa descripción tan hermosa, esas 'conductas de siempre', 'de apoyo mutuo'.
ResponderEliminarUn abrazote,
Nená
¡Qué inspirados estáis los dos!!!. Muy bonitos, entrada y comentarios. Besos
ResponderEliminarJajaja. Inspirado estará el señor Rafael, que si te fijas, no hace un comentario que no sea en verso -a mí eso me parece para levantarse el sombrero-
ResponderEliminarUn beso gigante de esos de aquí a las galaxia más lejana,
Nená
Gracias.
ResponderEliminarAún queda guardada otra botella de vino donde nos tomamos la ANEA. Nos la tomaremos, ¿no?
Callao está dicho!
ResponderEliminarNená