La
tarea de regresar de donde sea
es
idéntica a la de salir hacia cualquier parte.
Los
objetos y los lugares se nos adhieren
sin
que nos demos cuenta como si fueran
buscando
un lugar para anidar instantes.
No
me gustan las maletas, prefiero viajar
con
un bolso de medida pequeña,
cruzado, para no dejarlo extraviado
en
algún banco de alguna plaza
devorado
por el sol del mediodía.
No
tengo memoria.
No
tengo memoria, y es que cedo
mi
mente vacía a todas esas cosas
con
sus petates a cuestas, un lugar en mi
cabeza.
Ellas se van soltando cuando quieren,
en
el lugar que se sienten más atraídas,
más
satisfechas,
tal
vez de nuevo en casa o donde quisieron
estar
alguna vez.
Nená de la Torriente
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