Respirábamos
como ayer
sin
esta melancolía,
las
mismas medidas,
el
mismo ritmo.
El
beso debajo del beso
detrás
del trago,
pero
sin el aliento suspendido.
Respirábamos
y sonreíamos
despacio, como quien mira un espejo,
disimuladamente, a escondidas,
pensando
cómo pasa el tiempo
sin
descanso,
cuesta
abajo,
o
cuesta arriba.
Los
mismos vasos, colmados
tantas
veces,
tantas
veces consumidos,
pero
ya sin la misma bebida.
Nená de la Torriente
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